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El precio de la fe

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Algún aplauso de las ocho debería caer para los curas, que son médicos del alma para muchas personas.

En Italia han muerto 96 por confortar a las víctimas; enfermos y familiares.

Uno de mis mejores amigos, de esos que tienes de niño en verano y del que ya no te separas, es sacerdote en Denver, EEUU, y el otro día me contaba que acababa de confesar y dar la extrema unción a una señora agonizante. Eso es ser un mártir. No hay leones, ni romanos, ni talibanes, solo un agente patógeno.

No tenía miedo ninguno. Sabía que iba protegido, pero nunca es suficiente, y más si quieres escuchar a una persona que va a dejar este mundo y se agarra a la fe como un náufrago a un tablón de madera tras hundirse el ‘Titanic’.

Todos nos exponemos, sobre todo los que tenemos que salir a trabajar con nuestros salvoconductos por si nos paran.

El otro día hablé con un conocido, un jefazo de la empresa donde trabajo. Es un gran tipo, de lo mejor que hay ahí. No sabe lo que es la prepotencia ni la chulería y mira que se lo podría permitir (es un decir).

Nos contamos el parte de guerra (mi tía muerta, otra tía positivo y un familiar suyo positivo), como se lo contaría a un compañero o a un vigilante (no distingo cargos sino miradas).

Al irme le dije: «¡qué suerte tenemos de ser creyentes! Si no, esto sería desolador». Asintió y sonrió.

https://www.abc.es/sociedad/abci-curas-italianos-pagan-alto-precio-confortar-victimas-coronavirus-96-fallecidos-202004061559_noticia.html

PD

Aquí os dejo una entrevista increíble de un amigo de Linkdln, Miguel Ibabe Botella.


«Déjame ir con ellos»

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Esta es la Virgen María Auxiliadora de Rota, mi pueblo.

Esta figurita sin brazo se la robé a mi hermano, que la ganó en un concurso de redacción -creo- en el colegio de los salesianos. Siempre estaba en la mesita de noche y cuando él se fue a estudiar a Sevilla me la quedé.

Un día, de críos, montamos una maya con ella. Es una costumbre muy andaluza que se hace -o hacía, me temo- en mayo, el mes de la Virgen. Son minipasos de Semana Santa, normalmente con una caja de cervezas boca abajo, flores y una imagen. «Un durito pa la maya», decíamos. Yo era el más tímido y daba la lata a una chica que vivía al lado que no sé si era virgen pero sí una santa porque se apiadaba de mí al verme tan apurado y más con mis amigos de infancia Santi y Paco chinchándome para que sacara el cepillo para unas chuches.

Fui creciendo y ahí estaba Ella, en la mesita de noche. Le pedía por mis padres, por mis hermanos y por mí. A menudo rezaba para que cierta chica (la lista era interminable) se fijara en mí, pero no me hizo caso (años más tarde sí), aunque estuvo en la noche más negra de mi vida, con 16 años. Cosas del amor de mi vida, el periodismo.

Luego llegó el Calvario de Sevilla, Derecho. No le hice mucho caso y a veces pienso que ella tampoco. Y eso que siempre me acompañaba junto a un retablo diminuto y pintarrajeado, muy antiguo, que me lo dio mi madre y yo le regalé tiempo después a una italiana con la que estuve viviendo una eternidad, tres semanas, y no se lo merecía.

Un día fui a Pamplona gracias al inmenso sacrificio de mis padres. Ella, obviamente, vino. Y la compartí con María Madre del Amor Hermoso, en la cripta de la Universidad de Navarra. La solía ver de noche, en mi época de runner.

Entre medias, Bilbao, el verano más duro, difícil, histórico y feliz de mi vida. Monté una especie de altar en el dormitorio que causó el descojone de algún compi de la redacción en una fiesta romana que hice.

Luego, Palencia, Pamplona, Burgos… Y ya se pasó a mi trabajo, frente a la pantalla del ordenador. La de veces que le pedí, aparte de por lo típico, cambiar de aires! «Dios mío, por qué me has abandonado?», le reprochaba de vez en cuando al niño.

Me acompañaba a Rota en verano… Y en invierno.

Un día, una amiga sufrió el mayor drama que puede padecer un ser humano: un hijo enfermo. A esto se sumaba que es madre soltera de dos ratoncitos.

La cosa parecía grave, muy grave. Me derrumbé al enterarme de la noticia, que me la dio ella, justo cuando estaba llegando a Sevilla tras conducir toda la noche (lo recomiendo) desde Burgos. Minutos después, a las siete de la mañana, empezaba la misa en la parroquia de San Carlos Borromeo. El cura pidió por la adolescente y yo no dejaba de rezar. Y decidí hablar con Ella.

Miré a esa figura polvorienta que durante tantos años había estado conmigo (yo tenía 44), a la que tanto recé y agradecí, y creo que fue la primera vez que me habló o eso pensé yo: «Déjame ir con ellos, me necesitan».

Y llorando me despedí de ella y llorando le imploré como el loco que soy que cuidara a esa maravillosa y pequeña familia. Y lo hizo, vaya sí lo hizo, porque el angelito sin alas y con sexo se puso bien.

No perdí la estela de María Auxiliadora. En fotos y en Rota. Y ahora, en este pequeño fin del mundo, la miro en el móvil como hará ella -espero- y pido por esa chica y sus críos, por mi familia, por mis amigos, por la gente que me quiere y por la que no, por la que un día me quiso y por la que me hace la vida más difícil cada día. Hasta por ti, que me estás leyendo.

Pertenezco a uno de los grupos de riesgo (hipertenso) y todos los días voy a mi trabajo (incluso este finde). Si llegara a enfermar, si llegara a morir… No tengo miedo porque aunque camine por cañadas oscuras, el Señor es mi pastor… Y Ella está ahí. Siempre.

Tengo las maletas hechas, el alma tranquila y el corazón contento. Nunca he sido tan feliz y nunca he sentido tanta paz.


El día de la infamia

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Dios ha muerto. Lo he visto en las portadas de todos los periódicos y digitales.

Hoy es el día más triste del año -según mi abuela Consuelo ni los pájaros comen-, es cuando mi fe se tambalea y cuando dudo de si hay otra vida aparte de esta (mejor, a ser posible), si realmente el carpintero de Nazaret resucitó de entre los muertos o si todo es la mayor fake new de la Historia.

Hoy es el día en el que la razón y la ciencia se imponen a la fe. Murió. Una lanza atravesó su corazón tras una larga agonía de tormento, burla y cruz. Esa es la triste verdad.

Hoy es el día en el que me derrumbo, en el que mi alma se encuentra más perdida y sola que nunca. El hombre que durante muchos años trabajó con la madera, murió pegado a ella. Y luego fue envuelto en un sudario de rico, con perfumes de rico y en un sepulcro de rico. Esa es la triste verdad.

Hoy es el día en el que me doy cuenta de que, queramos o no, compartiremos el destino (terrenal) de ese treinteañero. Esa es la triste verdad.

Hoy es el día en el que me pregunto si, en el caso de que todo se acabe cuando la vida eche el telón, debería continuar siguiendo al maestro, si debería seguir siendo Jesús el motor de mi vida como desde hace 45 años. La respuesta es que sí. Esa es la única verdad.

PD

Amig@s agnósticos y religiosos o no reflexionan conmigo en los siguientes comentarios…


Ciertamente la muerte de Dios en Jesús, sintiendo el silencio del Padre, es increíble pero es la prueba de un amor extremo al hombre que sufre y se encuentra desorientado y huérfano.
Pero el silencio del Padre no es ausencia y la confianza de Jesús es inquebrantable también en esa situación.
Queda pendiente una pregunta: será todo un fracaso o como tu dices una fake new? La más sorprendente resurrección de un muerto pone de manifiesto que la muerte no tiene la última palabra sino el amor generador de Vida.
Que nuestro desánimo (como el de los apóstoles) deje paso a la experiencia de que esta Vivo y nos vivifica.

Hoy es un día triste por nuestros pecados pero también alegre porque sus llagas nos han curado.

Sólo duda quien desea saber….

Cristiano por vocacion y catolico por bautismo, ademas de imperfecto y pecador. La Ultima Cena me toca el alma

Andando hace días por Sevilla pensaba que nadie puede quererme como me-te quiere Dios Padre y a nadie podré querer yo como Él le quiere.

La Pascua es para Jesús el paso redentor de este mundo a su Padre, que nos permite pasar del pecado a la vida. Hay esperanza para los pobres hombres.

Él nunca falla!

Por mi parte, hace años que el monoteísmo no me llama. Jesús, un particular.