Ermua (VII): Un día de gloria

Ermua (VII): Un día de gloria

Categoría: Periodismo

“Yo quería una misión, y por mis pecados me dieron una”. ‘Apocalypse Now’ es una película que me impactó y lo sigue haciendo. El principio es demoledor, habla de la necesidad de un hombre que vive por y para algo (menos mal que en ese punto cambié) de que le hagan un encargo difícil, por no decir imposible.

Yo pensaba que me iban a mandar a ver el féretro de Miguel Ángel Blanco. De hecho, me afeité después de una semana sin hacerlo. Y me puse de domingo. Iluso.

Cuando me dijo Miralles que entrevistara a Idigoras, pensé que era al demonio al que iba a ver. Según algunos, era el jefe de ETA. Según el periodista Luis del Olmo, le amenazó hace muchos años. Era un hombre despreciable, repulsivo, cínico, muy listo. Como una serpiente.

Me quedé bloqueado porque no me esperaba el encargo. Segundos después, serio, fui consciente de que incluso podría entrevistar al mismísimo diablo y mostré mi satisfacción, ahogada por las carcajadas de mis compañeros.

A Amorebieta

Salimos del periódico Mitxi y yo rumbo a Amorebieta. Él era el fotógrafo. Bajito y divertido. No dejaba de maldecir por la misión.
-Ojalá no esté, se habrá ido de vacaciones. Y encima te manda Melchor a ti!! A ti! Con ese acento de madero.

Yo por lo bajini rezaba. Para que nos lo encontráramos, para que le convenciera para hacer unas cuantas declaraciones y tapar bocas. Las de la redacción y fuera de ella.

Estaba convencido de que iba a ganar, pero no sabía cómo.

Llegamos al portal de su casa. Telefonillo. Se pone una mujer.

-Hola, está Jon? (Mitxi flipó al ver mi recién adquirido acento vasco de la Euskadi profunda, solo me faltó el ‘Aibá la hostia’).

-De parte de quién?

-De un periodista.

-De qué medio?

-De… (ya me olía lo q iba a pasar)… El… Mundo…

-¡Aquí no vive Jon! (Y colgó con fuerza).

Así que a buscarle. Como era un borracho (ocho años después moría por una cirrosis hepática), fui por los bares de la calle principal y observaba el lugar de arriba abajo.

Y fui a por una herriko taberna (ya sabía que no era el Eroski)… La misma pregunta y el mismo tono ridículo. Estaba solo el barbudo camarero. Flipao, dijo q estaba de vacaciones. Mierda!!!!

Otra oportunidad perdida.

Mitxi se quería largar y llamó a Montse Ramírez…

La Marcha de la libertad

Montse le dijo a Mitxi que nos tomáramos algo y volviéramos. Notaba en ambos la sensación de que estábamos perdiendo el tiempo desde que Miralles nos mandó allí.

Sin embargo, cuando iba a entrar en el bar de la derrota, cual ángeles, vi gente a lo lejos que portaban ikurriñas.

En ese momento despertó mi instinto periodístico, una fuerza que jamás había sentido antes, y una frase retumbó en mi cabeza: Yo no me voy de aquí sin una historia.

Fui corriendo hacia allí. Me daba igual cómo me recibieran (días después, compañeros míos sufrieron amenazas en concentraciones similares de batasunos). Habría un centenar de personas que formaban parte de La marcha por la libertad, que recorría «Euskal Herria» y celebraba el 20 aniversario de una reivindicación de «los derechos del pueblo vasco», según me contó muy amablemente el organizador, Leo Beloki (nunca se me olvidará el nombre), mientras caminábamos.

Daba el cante, con pinta de señorito andaluz (engominado, camisa y vaquero de marca con el dobladillo muy para arriba) y tomando nota con una libreta (qué tiempos!) sobre la Marcha de la libertad que rememoré hace meses en un acto de campaña de Ciudadanos en Rentería, con una Maite Pagaza épica.

Pardillo

Llegamos a una plaza enfrente de la casa de Idigoras. Muchos se percataron del ‘intruso’.

A lo largo de mi vida, la oratoria me ha servido para salvar un trabajo, lograr un empleo o una beca, ligar… Y conseguir una entrevista exclusiva a nivel nacional en El Mundo con uno de los hombres más buscados. La cara más visible de ETA, aunque fuera, en teoría, el líder de su brazo político.

La bendita labia de Cádiz, donde tenemos respuesta pa tó, fue puesta a prueba enseguida por una persona muy alterada al enterarse de que yo era periodista. Vi odio y recelo en muchos, y ella no se contuvo.

-Los periodistas sois unos manipuladores, unos cabrones, lo tergiversáis todo y…

-Señora, señora, en primer lugar, yo no soy periodista.

-¿Y entonces qué eres?

-Soy un becario, un alumno en prácticas, un pardillo.

En esto intervino otra que, muy vehemente, a lo Escarlata O’Hara «Juro que no volveré a pasar hambre», me dijo:

-No digas eso nunca, hijo mío. En la vida es mejor ser un hijo de puta que un pardillo.

-Mire, señora. Yo en la vida no aspiro a ser un hijo de puta. Voy a un sitio y tomo nota, a otro y tomo nota, vuelvo a la redacción y escribo.

-Pero qué majo eres! De dónde eres?

-De Cádiz.

Y se unió un viejito:

-Yo tengo un hijo en Málaga… Está preso en la cárcel.

«¿Para qué medio trabajas?»

Una vez integrado en la masa batasuna, cuando ya no recelaban de mí (hasta una señora me preguntó con cierto cariño que qué me parecía todo aquello), fui a por Beloki. No había mencionado a Blanco en ningún momento, debía dar la apariencia de que había ido a cubrir la marcha.

-Leo, ¿qué opinas de ‘lo’ de Miguel Ángel Blanco?

-No te puedo dar mi opinión porque represento a un colectivo… Jon, Jon, mira este chico.

Y ahí estaba Idigoras, ¡justo detrás mía! Había visto todo.

-¿Para qué medio trabajas?

-Para… El… Mundo… (ahí pensé que todo se había acabado).

-El Mundo… Son unos carroñeros, lo tergiversan y lo manipulan todo, pero… Tú eres un trabajador… Pregunta, pregunta.

Y ahí empezó la entrevista más importante de mi vida. Cuando Otegi fue a TVE para contar su basura me acordé de Idigoras. Le dimos pábulo? No, rotundamente no. Somos periodistas, no asesores de imagen.

Una mujer, temblorosa, se coló: «Jon, tengo miedo». «¿De qué?».

Tras soltar un discurso en el que exaltó a los cachorros (los que ahora negocian con Sánchez), le acompañé por un túnel subterráneo. Iba de potes. Tenía cirrosis hepática. Murió en 2005.

Me di la vuelta y ahí estaba Mitxi.

-Te has consagrado, Faya.
Salté con rabia y pegué un puñetazo al aire con todas mis fuerzas. La vida y yo ya estábamos en paz.


1 comentario

Ines

1 julio, 2020 en 10:42 pm

Con que humildad te ganas a la gente…
Tela esa facilidad de palabra que te ha abierto tantas puertas, y las que mereces y no te abren.
Gracias por compartirlo.