Buena vida, buena muerte

Buena vida, buena muerte

Categoría: Coaching

Dicen que cuando estás a punto de morir, tu vida pasa corriendo ante tus ojos en un segundo. Yo, hace un par de domingos, tardé media hora por una falsa alarma de infarto: dolor en el brazo izquierdo, tensión mínima de 10 los días anteriores, hipertenso, gordo, sedentario, ‘herencia’ genética…

No tuve prisa en llegar a Urgencias. La (falsa) creencia de que nunca me va a pasar nada y el (cierto) sentimiento de que los deberes están hechos y la maleta lista.

Fue media hora (hasta que me pusieron los electrodos) de recuerdos y también de despedidas. Y siempre con una sensación de paz infinita.

Es una suerte tener buena memoria si es que rememoras cosas buenas cuando llega la tormenta y el barco naufraga. Son salvavidas a los que te sujetas. En esta ocasión me aferré a lo positivo, no me quedaba otra.

Obviamente, pensé primero en mi gente. En unos padres sacrificados por sus hijos que son un ejemplo a seguir, y más en el ocaso de sus vidas; unos hermanos maravillosos (María del Mar mi segunda madre y Antonio mi mejor amigo de la infancia y espero que de la vejez), unos amigos de verdad (como el gran webmaster Pedro Gómez, que me ha dado la vida con este blog o mi coach Eva Jiménez), y, por supuesto, Silvia, mi mujer. ¡Qué suerte he tenido de encontrarla!

Pensé en el Periodismo, el gran amor de mi vida, que nació cuando monté con 10 años el periódico ‘La Voz de San Alberto’ a raíz de la aparición de un tiburón (marrajo) muerto en la playa la víspera de Reyes.

También en la inmensa suerte que tuve en una carrera que se inició hace 23 años, aunque me siente periodista tres veces al mes desde hace mucho tiempo.

He hecho tele, radio (mi medio favorito), revista y prensa, el único soporte en el que sigo y seguiré hasta que se muera el papel.

Fui portada con una exclusiva a nivel nacional en mi querido ‘El Mundo’, jugándome el tipo y siendo el único periodista que estuvo en Ermua las dos noches íntegras del ultimátum del secuestro y asesinato de Miguel Ángel Blanco.

Yo he visto cosas que vosotros no creeríais: y no, no eran los ataques a naves en llamas más allá de Orión ni Rayos-C brillar en la oscuridad cerca de la puerta de Tannhäuser. Y todos esos momentos no se perderán como lágrimas en la lluvia.

He tratado con príncipes y mendigos, con un rey que quiso dejar de serlo y con una mujer que pudo ser reina de La Moncloa, con un director con Oscar, con un actor con Cannes y varios con Goyas, con un millonario idealista, con ‘sin techos’ y ‘sin almas’, con asesinos y amigos de estos, con prostitutas en cuyas miradas vi los ojos de Cristo, con humoristas con gracia y sin gracia, con escritores best sellers, con villanos como la jefa de los lagartos de la serie V y algún exalcalde, con corderos que se alzaron contra los lobos en Bilbao, con héroes y heroínas… Y una precisamente es la que me ha roto los esquemas, el guión de mi vida: Inés Arrimadas.

Después de la tercera entrevista con ella (ya llevo cinco), la primera por teléfono, estuvimos cinco minutos de charla. Me pareció tan sencilla, tan cercana que cuando me llamó «tío» fue como la caída del caballo de San Pablo.

Igual exagero un pelín como buen gaditano (nacimos en Jerez, por cierto), pero la verdad es que me impresionó que una niña, una chavala (utilizando su fresco diccionario) con su vida laboral más que resuelta como prometedora consultora, se metiera en un berenjenal lejos de su tierra y se complicara la vida de tal manera que muchos cobardes se la quisieran hacer imposible.

Y todo por unos ideales, los mismos que vi en Iñaki Ortega y más chicos del PP en el ayuntamiento de Ermua horas antes de que ejecutaran al hijo de Miguel el albañil.

Yo esa llamada, ese vuelco en mi corazón, la sentí con 20 años a raíz de otro crimen, el de Gregorio Ordóñez. Me afilié al PP y duré menos de un mes. «Carrera meteórica», me dijo el número uno por aquel entonces en Sevilla, Jaime Bretón, cuando me presenté con una recomendación y hablamos media hora en el despacho. Y tan meteórica…

Y ahora, sueño despierto, pero los sueños sueños son.

No creo en los partidos, ni viejos ni nuevos, desconfío de ellos. Creo en las personas. Y creo en la Arrimadas.

De todos modos, si vuelvo al campo base (es lo que tiene intentar subir al Everest sin oxígeno, sin medios y sin patrocinadores), tengo mi plan B porque toca resetearse, como pregona mi amigo y prestigioso psicólogo deportivo y uno de los 100 Top Speakers de España, José Miguel Sánchez. ¿Cómo? Buscando otro trabajo o haciendo más agradable el actual, en el que llevo 18 años y no quiero ‘institucionalizarme‘.

De hecho, el otro dia estaba contentísimo porque he empezado a gestionar con mi buen amigo Ramón, portavoz del SUP, un reportaje sobre el CIE de Aluche, donde una juez ha apreciado indicios de tortura. Y estoy finiquitando la entrevista a Marcos de Quinto, esperando la llamada de Alfonso Guerra (ojalá pueda verle en Sevilla, es uno de mis ídolos de infancia) y sigo haciendo de martillo pilón de los de prensa del PP, que me torean para que Cayetana Álvarez de Toledo no caiga en mis garras ni Juanma ‘presidente por accidente’ Moreno Bonilla.

Lo importante es ser feliz con lo que haces. Por eso recomiendo que te veas estas píldoras del psiquiatra Enrique Rojas, al que tuve el placer de entrevistar.

Un antiguo amor me dijo en cierta ocasión que era poeta, loco y puro corazón. Así seré hasta el último día de mi existencia, aunque el último explote al ver tanta belleza. Solo siento gratitud y más ganas de luchar, perder… Y vivir.

PD

Por cierto, llevo viviendo de prestado casi 29 años. Estuve a punto de irme al otro barrio una noche y a la mañana siguiente arrolló un autobús a un compi del colegio justo cuando entraba. Un pequeño milagro. Otro más. Y así veo la vida desde entonces, como un regalo; y así quiero mi epitafio: Pasó haciendo el Bien.


2 Comments

Antonio Ruiz Lasida

3 junio, 2019 en 8:49 pm

Eres un crac Javier.Me ha encantado tu historia aan

Montserrat Inestal Sánchez.

16 julio, 2019 en 6:47 pm

Me encanta Javier tu manera de ver la vida, de respetar, de sentir…eres grande a pesar de conocerte unos instantes.
Así lo siento.
Un beso.